domingo, 31 de agosto de 2014

ESCRITURA CONQUISTADA | Todos los libros son uno solo



  1 | Leemos en una antigua inscripción: el destino de un libro viene trazado por otro cuyo destino se encuentra ya en las páginas de otro anterior. Libros se ramifican en libros de tal forma que, en el instante en que uno se escribe, todos los demás están siendo escritos, irguiéndose en sigilo y al mismo tiempo -el mágico tiempo de la escritura- las invisibles paredes de una biblioteca absoluta, que tiene a su entrada una curiosa inscripción: Todos los libros son uno solo. La lectura de Intervista sul cinema (entrevista a Federico Fellini, realizada por Giovanni Grazzini, en 1983) dio a este libro el deseo de un cuerpo, al revelarle la oculta fuente de sus formas, las múltiples hablas que debería buscar. En su esbozo se encuentra una ineludible red de citas, que se va entrañando en cada página, lecturas en que fui labrando una a una las indagaciones que se van desdoblando copiosamente y que al final se revelan siempre las mismas.
Las citas, supongo, deciden con travesura sobre los libros en que desean reaparecer, y en cada uno adquieren distinto relieve. También el lector regresa siempre a un mismo punto de su vida, a un libro, a una página, y allí contempla orgulloso la sombra de alguien que cree que es él mismo. Los poetas estamos todos en cada uno de nuestros versos. La poesía representa el instante absoluto de nuestro encuentro con la vida, escenario de la desnudez y vértigo de nuestros encantos. Dejarse provocar por la poesía es ir tanteando el movimiento interior de las cosas y de los seres. Nuestra existencia nos conduce a este momento sagrado, sutil, revelador: la lectura de un verso, en el cual nos encontramos con todos los poetas, en el que se descubren insospechables eslabones entre cada cosa que tocamos, imaginamos, presentimos: un inmenso mar de misterios que se mueve lentamente.
Una voz entonces me pregunta: “¿Cómo lo toca la poesía?” Y otra insiste todavía: “¿Qué le ha dado ella? Y otras. ¿Qué se busca entonces en una entrevista? También aquí, como en la poesía, la conquista de una expresión esencial, la felicidad de una escritura única, inolvidable. La entrevista, la lectura, la conversación inteligente con amigos, son ésos los hilos encantados por los que la vida se ramifica, gana sabor denso y preciso cada pensamiento, el grácil abanico de ideas que nos une a todos los hombres. Leímos alguna vez que las entrevistas subrayan siempre un reencuentro: el de alguien con su pasado. En un incierto lugar, sospecho, algún otro leerá las voces aquí reencontradas, de una manera tal que este otro diálogo que se muestra influirá en su propio futuro. Así son los libros.

2 | El libro (este libro) surge como viaje en busca del otro que se encuentra dentro de nosotros, por atavismo y sin que lo percibamos. Viaje que inicio desde el instante en que, leyendo a un poeta hispanoamericano, cuya obra es largamente difundida en otros países, me incomoda que permanezca desconocido para el lector brasileño. Lo cual agrava el hecho de que, en el Brasil, el lector de poesía es, en muchos casos, el propio poeta o su ilusionado pretendiente. Viaje que se configura en cada puerto -aquí ya con referencia al proyecto inicial- cuando, al sondear las relaciones entre el Brasil y la América hispana, y aun la de ambientes culturales dentro de cada país, vemos cómo se diseña un mapa de desconocimiento mutuo, que requiere de una cartografía auxiliar. Curioso desconocimiento en cuyo espectro se identifican los vicios de la colonización en sus variados matices. Reflejos condicionados de un conjunto de veinte naciones que se identifican más por sus relaciones con Europa -que oscilan entre el rechazo intempestivo y la tácita sujeción- que por las posibles afinidades entre sí. Ausencia de diálogo en cualquier circunstancia. Viaje (este libro) que se confirma cada vez más obstinado en alertar sobre esa ausencia.
Las entrevistas fueron, desde el principio, tomando este curso. En 1998, publiqué algunas de las que integran este volumen, en una edición fuera de mercado. Fue sorprendente la recepción crítica de la prensa brasileña, que destacó el aspecto pionero del libro, manifestando al mismo tiempo cierto rechazo a aspectos que, aisladamente, podrían entenderse como discordancias legítimas entre partes, pero que una vez agrupados constituían una carta de principios de preclaro esnobismo de la alta cultura brasileña en relación con la América hispana. Cierta parte de la crítica acentuó la presencia del Surrealismo en el diálogo con los poetas, una presencia que habría sido forzada por mí, sin percibir que realmente hubo una fuerte influencia del Surrealismo en toda la tradición lírica del continente americano, verificada, en muchos casos, a partir de su eclosión en Europa.
Por su parte, las notas publicadas en la prensa de otros países pusieron el acento en su carácter de busca de un diálogo hasta entonces inexistente. El libro (este libro) se parece un poco más a su proyecto original, ese viaje por territorio desconocido. Pero cuanto más se avanza, más se percibe que la razón del desconocimiento mutuo es un rechazo al abrazo común. Sospecho que, por lamentable que sea, América -sin que sepamos hasta ahora qué significa exactamente esa entidad- jamás aceptará las circunstancias de su nacimiento; jamás aceptará que un continente entero, colonizado por Europa pueda crear desdoblamientos que no sean reflejo de las relaciones políticas entre las coronas francesa, inglesa, española y portuguesa.
Desafinamos tanto entre nosotros, que parece que obstinadamente queremos ser más realistas que el rey. Se frustró del todo la idea de un mundo nuevo. En rigor, hemos trasplantado los vicios del viejo mundo, mezclados en aclimataciones que resultaron siempre en violaciones. Hábitos traspuestos de forma tal que guardaran una categoría jerárquica en concordancia con la matriz.
Escuchar lo que tienen para decir los poetas aquí presentes puede funcionar como un razonable indicador de errores clásicos en términos de colonización cultural. Estos ejemplos máximos de sensibilidad -las “antenas de la raza”, como místicamente los llamaba Ezra Pound- no son gente menos imperfecta que cualquier otro mortal, y asimilan las trapacerías históricas con relativa facilidad, no intencional en muchos casos, por su candor existencial. No me refiero a los nombres agraciados por los media -un componente más en la lectura equívoca del significado sociocultural de todo un continente y sus particularidades - sino a aquellos que conservan un estado de gracia, incapaces de percibir la malicia con que a veces son tratados, o simplemente ajenos al mecanismo de desfiguración que tanto caracteriza a la prensa cultural. Las lecturas serán nuestras. Ya no de ellos.
Escuchar lo que tienen que decir todos los poetas, no sólo los aquí presentes, y seguir en este viaje puede ser una manera de alertar: repetimos los mismos errores. Todo un universo de quejas, angustias insatisfacciones. Si los poetas tal vez no cambiaron una sola coma en los compendios históricos, tendrían ahora que pensar que su acción -una acción estética, en rigor, y esencial- debería cambiar de curso, de estrategia. Es un buen tema para consulta, que podría llevarnos a otro viaje. Lo que tenemos aquí es un puerto bastante seguro, en el sentido de que es concreto; o sea, las más diversas opiniones sobre un contexto temático muy variado, consulta a nombres que se mezclan en importancia local e internacional, buscando esencialmente una cierta confiabilidad en relación con este primer plan de viaje: qué mundo estamos descubriendo nosotros.

3 | En un mágico libro de la tradición irlandesa, el Libro rojo de Hergest, se hace referencia a las tres cosas que enriquecen al poeta: “los mitos, la facultad poética y una provisión de poesía antigua”. La poesía reclama de nosotros una vivencia última, obstinada. Su transcurso abarca miseria y grandeza, la totalidad del territorio humano. Su expresión nos empuja al riesgo continuo, a un deslizamiento del espíritu, a una sutil catástrofe de conceptos, torrente de caídas elementales. No es otra su trama insospechada y vigorosa. No se puede sobrevivir a sí mismo, al abrazarla en su plenitud. Las ramas de la videncia y de la súplica se entrelazan en la formación de todo poeta. En su invisible tela debe alzar, con exactitud y refinamiento, el reino de sus imágenes, presencia y sentido de su verdad poética. Recupere mitos, celebre antiguos episodios, consulte visiones, converse con fantasmas, conduzca el verbo por siniestros caminos, abra su propia caja de absurdos y tensiones -su innumerable canto nos atravesará siempre como una lanza, su palabra será siempre una conquista, prueba de amor impresa en la propia carne. El poeta no será jamás un depravado o un delirante. Su atracción por el abismo es la busca de un diálogo vivo que alimente su tiempo. La palabra del poeta debe quemar, ser la invocación potente que reintegre los destrozos de toda existencia.
En la conversación entre poetas vamos tejiendo un encantamiento de hilos, aventura sacramental de la escritura que ahora conquistamos. Son los infinitos espacios (de la lengua, del diálogo, de la poesía) que se mezclan ascendiendo a otra celebración, a la convocación de un reconocimiento que nos aproxima y vuelve a fecundar nuestras transparencias y asombros. Como en el poema, formamos aquí un círculo perfecto. Nos recuerda Alfredo Silva Estrada: “No hay auténtica poesía que no se interrogue por su impulso, por su sentido y sus raíces.” Interrogación y testimonio, así es como actúa la poesía, generando su propia cadena de conjunciones y disyunciones. “Expansiva polisemia”, pero también confluencia abisal, intensa, llameante y marcada por la fundación de un espacio primordial, desde donde volvemos a hacer latir certezas y perplejidades.
Libro de todos nosotros, portal venturoso y gozo inaugural de evidencias, constelación de sorpresas, raíz vertiginosa de discordancias e identificaciones. Dijo Lezama Lima: “Uno de los milagros de la poesía es que toca el fuego y es, al mismo tiempo, fuego transfigurado”. Libro tejido como rastro elemental, itinerario sinuoso de interrogaciones, principio fidedigno de perturbaciones, identidad única y posible en la conquista de obstáculos, amable éxito de todos nosotros, regocijados con los caminos rotos por el lenguaje, la siembra de incertidumbres, la desembocadura de confluencias, el lento desvelarse de la absurda máscara con que nos contempla la historia de nuestras culturas. Escenario crepitante en que América Latina actúa el fervor de su palabra poética, como si abriésemos una grieta en el dorso del tiempo, exploración de una edad perdida, desafío a un diálogo que exceda la barrera de la historia. En suma: resurrección, restauración de un espacio de conocimiento mutuo, sabroso vértigo de la unidad y destino multiplicado por la llama de las diversidades.
Cabrá al poeta rescatar el sentido primero de las palabras, así como al crítico iluminar los territorios fundados por la poesía. Creación y exploración sumergidas en el absoluto de las indagaciones, en el profundo organismo del asombro, en busca de sus sombras resplandecientes. En el sinuoso fluir de las entrevistas de este libro no encontraremos otra verdad más que la duda como elemento renovador del espíritu, la inquietud como un luminoso salto en busca de la palabra original. Estamos todos involucrados en el movimiento incesante de la escritura, en el ejercicio de la pluralidad, en la propagación de la poesía como identidad mayor del hombre.

[2009]


NOTA EDITORIAL
Escritura Conquistada tuvo una edición fuera de mercado, publicada en Brasil, en 1998, con los auspicios de la Biblioteca Nacional y de la Universidad de Mogi das Cruzes. En aquella ocasión el libro incluía una selección de veinticuatro entrevistas y abarcaba once países. Al no haber sido comercializado, no alcanzó a gran parte del público lector, pero tuvo una sorprendente recepción por parte de la prensa, que destacó su carácter necesario. Entre tanto, varias de esas entrevistas y otras realizadas posteriormente encontraron acogida en periódicos y revistas de diversos países, e incluso algunas fueron colectadas en formato libro, o como dosier de revistas, tanto en América como en Europa. El real interés por escuchar la palabra del otro, que todo ello demostró, es el motivo de esta nueva edición ampliada. Ocho de las entrevistas que integraban la primera fueron sustituidas, no por razones valorativas, sino con el fin de crear oportunidades para nuevos testimonios. Las restantes, sumadas a otras realizadas a lo largo de veinte años, hacen un total de cincuenta entrevistas, seleccionadas con vistas a configurar mejor el ambiente de la presente edición, que ahora, finalmente, puede abarcar toda Iberoamérica, con sus veinte países.
   Muchas fueron las personas que de una manera u otra alentaron este proyecto y colaboraron para hacer oír la voz del poeta latinoamericano, no siempre difundido como se merece. Es posible que no consiga recordar los nombres de todos aquellos a quienes deseo expresar mi agradecimiento, pero me esfuerzo por hacerlo de manera equivalente al de la generosidad de todos: Alexis Gómez Rosa, Alfonso Peña, Amparo Osorio, Camila Pulgar, Carlos Véjar, Daniel Samoilovich, Eleuda de Carvalho, Francisco José Cruz Pérez, Joaquín M. Aguirre, Jorge Pieiro, José Castello, Juan Riquelme, Lina Zerón, Lira Neto, Luis Bravo, Marcos Reyes Dávila, Margaret Randall, Miguel Gómez, Miguel Márquez, Mónica del Pilar Uribe, Pascoal Motta, Roberto Rébora. Éstos en primer término, sumados a todos los poetas entrevistados, representan una fortuna de ecos en la difusión de este nuevo trabajo.
   Reunir todo este acervo de inquietudes requirió de una sabrosa disciplina que compartí con Marta Spagnuolo, quien tradujo las entrevistas hechas con poetas brasileños y las preguntas de las demás. Inclinados sobre una mesa virtual llena de papeles -yo en el Brasil, ella en la Argentina- llevamos semanas de conversaciones acerca de detalles ortográficos, referencias a aspectos históricos apuntados en las entrevistas, actualización de datos, etc. Para nosotros, esa fue la mesa de montaje en la que el libro, de hecho se configuró. Cada vez son más los libros preparados de una forma fría, y me parece que el eventual lector percibe el distanciamiento. ¿Cómo pretender que haya cariño en la lectura si no lo hubo en la hechura?
El mundo está más interligado de lo que nos imaginamos y sin embargo la conexión tecnológica registra más una señal de abismo que de unión. Escuchar al otro sigue siendo la mejor manera de comprender el papel que representamos en este mundo. Ésta, creo, es una razón válida para justificar la edición de este libro.

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