El poeta Carlos Barbarito empieza así su libro La
orilla desierta (2003): Esta
es mi vida, parece decir la hoja / que cae desde la rama / o la piedra que
rueda por la ladera. Y aquí hay una dislocación estratégica que hace que el
poeta salte de una esfera a otra. No es el poeta quien dice: Esta es mi vida,
como se podría pensar en el primer momento, sino la naturaleza, que aquí nos
habla a través de la hoja y de la piedra. Sin embargo, al mismo tiempo sabemos
que es el poeta quien le presta la voz. Entonces se transmuta en piedra y en
hoja para que nos aproximemos a la intimidad existencial de la naturaleza. De
alguna forma, La orilla desierta es un libro que nos prepara -o
esencialmente prepara a su autor- para la entrada en Radiación de fondo, si
consideramos que allí tenemos casi un inventario de la desnudez, en todos los
sentidos. Es como si ahora percibiésemos lo que cada uno hizo con su
visibilidad, algo que responda a la pulsante indagación. Y una vez más se
confunden las voces -siempre estratégicamente-, del poeta y de la naturaleza. Y
siempre hay un lector apresurado que insiste: la llave, ¿cuál es la llave de
esta poética?
Carlos Barbarito posee el fascinante don
de no entregar al lector nada más que pistas; jamás la llave. Y una de las
pistas intrigantes de su poética está en la palabra desnudez y sus correlativos
que se repite exhaustivamente, de libro en libro, y que en este Radiación de fondo transita como un
guía, una intrigante especie de iluminación por encima de todo el error y toda
la ceniza. Ahí está la presencia del inventario de las cosas que desaparecieron
sin que hubiesen sido totalmente conocidas. Tanto en el poeta como en la
naturaleza, el inventario de las máscaras que no se revelaron o entonces que se
deshicieron sin centro de razón o de misterio. Evidente que la presencia de
este nudus mantiene su seductora ambigüedad:
tanto es privación como revelación, tanto lo que falta como lo que se muestra.
Inventariarla significa provocar al lector (¿un gran guionista?) -y también al
propio poeta- para que separe la paja del trigo. Y a veces esa dualidad nos
convence de su eficacia. Hábilmente el poeta hace con que el lenguaje navegue
entre el vacio y la plenitud, flujo y reflujo, provocando algo de malestar en
la constatación de este tránsito. Es un juego, claro. No hay duda de que el
lenguaje es un juego. Sin embargo su astucia está en el hecho de que se realice
sin adornos, o sea, también el engaño está desnudo. Y en esto radica la gran
fuerza de este libro.
Al conversar con el poeta, me ha dicho
que le gusta la idea de la poesía como un modo de la radiación, una radiación
siempre diversa, polisémica surgida desde el fondo de nosotros mismos, y ahí
está un terrible secreto que (nos) revela: la fuente de la radiación, una
radiación de fondo, cósmica hasta el punto en que cósmica es la existencia
humana, esencialmente un chorro -¿imprevisible? -¿atraído?- de lo más negro que
hay en el hombre, y en su relación con la naturaleza. No basta con decir eso
por supuesto, para que el libro se abra como un testamento delante del
favorecido. La poética de Carlos Barbarito viene hábilmente provocando una
inquietud entre la cosa y su desmoronamiento, entre lo que imaginamos ser y lo
que de un momento a otro se deshace.
Como él mismo lo sugiere en un poema de La luz y alguna cosa (1998), somos al
mismo tiempo una cosa y otra cosa, o varias e inclusive las que no conseguimos
nombrar. Y tenemos todavía esa pasión declarada de la poesía por la ciencia,
como lo recuerda el poeta (mi fascinación
por la astrofísica), donde el abismo no es tan grande como parece, o sea,
la radiación cósmica de fondo está íntimamente vinculada a la paralaxi, que, a
su vez bien podría ser una figura de lenguaje, un dislocamiento de la retina,
una variación, sí, una variación.
Pero ¿qué hacemos con las distintas
-entre infinitas e inconciliables- maneras de ver el mundo? No puede haber corrección
de ángulo, ya que no se puede dar por cierto lo que no pasa de una confesión o
aprensión. De vuelta al principio: Esta
es mi vida, parece decir la hoja / que cae desde la rama / o la piedra que
rueda por la ladera. Al buscar un desnudo intenso, la poesía de Carlos
Barbarito descubre que son infinitas las capas de desnudez que se disfrazan de
vestimenta, y que tal aventura es tan inagotable como lo es la propia vida. Este
descubrir de un aspecto envuelto en mil aspectos es algo que podría haber
alcanzado otro cuerpo, si acaso arte y ciencia no hubiesen sufrido, en un
momento dado, de una vanidad galopante, dejando al hombre completamente
desnudo.
Radiación
de fondo,
bajo cierto aspecto, expone esta desnudez, inquiriendo sobre sus razones y lo
que hacer ante una vida sin artificios. Es como si oscilase entre la
negligencia y la transgresión, el hombre -¿también el poeta? - ¿también el
lector?- ya no se sabe a quién imputar la culpa. Y cuanto más se desnuda, no se
encuentra culpa sino imprudencia, crimen, hesitación, perjuicio, su inventario
inacabable. ¿Nos llena la razón de culpa? ¿No nos alimentamos de otra cosa que no
sea de culpa? ¿Será esta nuestra radiación de fondo?
[2012]
[Prólogo de un libro todavía inédito. Traducción del portugués de Ana María Rodríguez González.]